El día que unos conejos derrotaron a Napoleón

Si se necesita recurrir a una guerra ridícula, la primera opción es la de los emús. Hay otras opciones, como la del cubo o la del cerdo y la patata. Sea cual sea la opción elegida, no se espera una trifulca de este nivel con Napoleón.
Durante el verano, tras los tratados de Tilsit (7-9 de julio de 1807), Napoleón propuso al jefe de estado mayor del ejército francés Alexandre Berthier organizar una caza de conejos para la Corte Imperial. Entusiasta, Berthier tardó poco en prepararlo todo. El grupo de caza imperial, lo bastante numeroso para confundirse con un regimiento, se mantendría por un tren logístico para proporcionar un opulento festín bajo una elaborada tienda, mientras un gran número de portadores de armas, guardianes de caza y batidores. Nada ni nadie podía fallar, ya que Berthier también aseguró la presencia de conejos, obteniendo cientos de ellos.

El día elegido, el emperador llegó en su carruaje al lugar indicado escoltado por sus guardas, caballerizos y otros miembros de su casa. Le seguía una hueste real de reyes, mariscales, barones, generales, condes y demás. Todo iba de acuerdo al plan y apuntaba a ser un éxito.

Entonces, mientras llegaba el transporte real, los guardianes de caza comenzaron a liberar a los conejos. Cuando se bajó el emperador, en vez de huir, una marabunta de cientos de conejos fue directo a por él. La escolta del emperador formó una escaramuza para protegerlo ante tal avalancha. Sin embargo, los conejos se separaron en dos grupos y atacaron desde los flancos. Mientras el emperador huía a su carruaje, los conejos lo persiguieron. Se dice que algunos incluso saltaron al vehículo, por lo que tenía que tirarlos abajo mientras su cochero azotaba a sus caballos.

La causa fue un detalle que Berthier pasó por alto en su organización. Obtuvo conejos domesticados, no salvajes, por lo que cuando vieron al emperador esperaban que los alimentaran.
Fuente: Strategypage
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